«Quién es de la tierra, de la tierra siente y de la tierra habla»
(Pedro de Lorenzo).
Hacía ya bastante tiempo que no escribía sobre algunas de mis últimas lecturas. Hoy me ha parecido un buen día para hacerlo, puesto que he estado reflexionando sobre el concepto de «nuestra tierra» y la evolución de la misma.
Nada mejor que leer y conocer diversas opiniones para poder formar la propia, de ahí la importancia de la literatura y la cultura en general como fuente para la creación del espíritu crítico de las personas.
Mi tierra es Castilla y Léon, una región olvidada por las Administraciones y sumida en un letargo social que hace de ella,- aunque no nos guste reconocerlo-, un territorio triste, abandonado y anclado en tiempos pasados, no siempre mejores.
Varios autores castellanoleoneses han reflexionado sobre la región, desde los regionalistas u ochentayochistas adoptados por estas tierras como Antonio Machado (Campos de Castilla). De finales del siglo XIX principios del XX debo destacar el papel de Julio Senador Gómez con obras tan importantes comos «La canción del Duero. Arte de hacer naciones y de deshacerlas». Así también, autores contemporáneos como los ya fallecidos Avelino Hernández (Donde la Vieja Castilla se Acaba: Soria, Aún queda sol en las bardas) Justo Alejo (Prosa Errante) Ramón Carnicer (Gracia y desgracias de Castilla la vieja, Donde las Hurdes se llaman Cabrera) y J.A Gaya Nuño (El Santero de San Saturio). O los más conocidos como Luis Mateo Diez (Relato de Babia) y Julio Llamazares (Cuaderno del Duero, El Río del Olvido).
Es difícil encontrar libros de estos autores. Los interesados por esos temas generalmente debemos recurrir a las librerías de antiguo o la búsqueda online de libros de segunda mano; pues la mayoría se encuentran descatalogados, quizá por el poco interés que suscitan en el público general y como consecuencia del enfoque comercial de la mayoría de las editoriales.
En esta ocasión me referiré a tres autores cuyas obras han marcado un antes y un después en mi razonamiento sobre la región castellanoleonesa.
SERGIO DEL MOLINO. LA ESPAÑA VACÍA.
Aunque el autor del ya muy conocido ensayo «La España Vacía» no es castellanoleonés de nacimiento, si lo es de origen y quizá este fue uno de los motivos que le hizo reflexionar sobre el estado de abandono de una parte importante de nuestro país.
Se trata de un ensayo ameno en que el autor reflexiona sobre el punto de partida, las posibles causas y las actuales consecuencias de la despoblación de los núcleos rurales en el marco geográfico que él ha llamado la España vacía.
A través de varios ejemplos locales acompañados de un contexto literario, musical o cinematográfico expresa su sentir sobre la relación entre la España olvidada (mucho mayor en términos de extensión geográfica) y la otra España, urbana y «exitosa».
Su obra me dio mucho que pensar, incluso me di cuenta de algunos comportamientos un tanto egoístas que tenemos especialmente los habitantes de la urbe, como por ejemplo hablar de esta España olvidada sin darles la palabra a aquellos que la habitan.
De la misma manera que no comparto algunas de las críticas que muestra hacia algunas soluciones propuestas (como las vinculadas a la cultura y el turismo) si lo hago con algunas conclusiones como el sentido de los barrios y el espíritu que en ellos se respira, siendo «pequeños pueblos» construidos dentro de las ciudades para poder solventar una carencia habitacional y comunal del sentir de una parte de la población.
Ésta me parece una obra fundamental, no solo por su contenido sino porque marca el inicio de un debate que no debe desaparecer: el problema de la despoblación rural en España.
AVELINO HERNÁNDEZ:
Fue un escritor soriano comprometido con la región, que comprendió que el valor, la educación y el respeto eran fundamentales para la superveniencia de esta nuestra tierra.
Escribió muchos cuentos, dicen que para niños, pero yo creo que para todos los públicos. De éstos me gustaría destacar «El Valle del Infierno» ,«Silvestrito» y «Una vez había un pueblo» en los que narra como es la vida en los pueblos, en concreto en el suyo: Valdegeña. Lo hace mostrando la sabiduría y los valores que están inmersos en el mundo rural.
Además de leer sus cuentos aconsejo al visita a Valdegeña, es un maravilla.

Valdegeña (Soria). Fragua del Herrero Víctor («El Valle del Infierno»)
DONDE LA VIEJA CASTILLA SE ACABA: SORIA
«Donde la vieja Castilla se acaba es, más que un libro, una declaración de amor, una introspección poética, un recorrido por una tierra que es más que eso, una exaltación, en fin, de todo lo que la literatura tiene de misterioso y emocionante.(…)» Estas son las palabras de su amigo Julio Llamazares, escritas en la nueva edición que debemos agradecer a Rimpego.
En esta obra, el escritor soriano nos muestra una guía de la provincia de lo más completo. Pero no se trata de una muestra de monumentos y lugares de interés, sino que va más allá: nos adentra en la vida de los enclaves, enseñándonos a sus gentes, sus costumbres, las leyendas y todo lo que conforma la esencia de un lugar que un día estuvo repleto de vida y que hoy cae en el mayor olvido institucional.
También da lugar a críticas constructivas siempre desde el respeto, la empatía y atendiendo al contexto para poder ofrecer soluciones. Avelino Hernández hace que nos enamoremos de Soria y sus gentes a través de un relato lleno de admiración, amor y valentía al no sentirse derrotado en la lucha por la supervicencia de su tierra.
EL AQUILINÓN:
Siempre vinculado a su pueblo y a la provincia de Soria, aunque no siempre valorado por ello, en esta ocasión narra las hazañas de Aquilino Periañez «Aquilinon», un socarrón que a través de sus enseñanzas existenciales y sus vivencias, no solo nos saca miles de sonrisas, sino que también nos da lecciones de vida. Narrado desde el más absoluto respeto y cercanía hace que nosotros también nos convirtamos en amigos del gran Aquilino.

Vista de Valdegeña, pueblo de Avelino Hernández, desde la iglesia.
BLAS PAJARERO Y FÉLIX CUADRADO LOMAS. RETAZOS DE TOROZOS.
«Retazos de Torozos» ha sido uno de los regalos más especiales que he recibido, especialmente porque me lo hizo una gran compañera y está dedicado por uno de sus autores. Pero también por el detalle que lleva inmerso: un libro que habla de la tierra, escrito por vallisoletanos, en que el prólogo lo escribió un soriano y el epílogo un zamorano. ¡Gracias amiga!
Se trata de una obra reeditada en 1980 que consta del prólogo en inicio censurado (1967) de J.A Gaya Nuño, el publicado en la primera edición (manuscrito) y el epílogo del zamorano Justo Alejo. Dedicado a los muertos en Torozos (con el significado oculto que conlleva esta dedicatoria para poder superar la dictadura franquista), escrito por Blas Pajarero y acompañado de los retazos del artista Félix Cuadrado Lomas.
En el libro se narra y describe desde un punto de vista social, crítico, etnológico y humano la vida en la zona de los Montes Torozos (provincia de Valladolid). En los textos de Blas Pajarero, a medio camino entre la prosa y la poesía, se respira un aire pletórico de orgullo, valoración y defensa de la tierra, pero con un espíritu crítico que se muestra necesario para asegurar la pervivencia de la región. Es además, un ensalzamiento a la agricultura y los quehaceres populares.
Los dibujos de Cuadrado Lomas acompañan cada capítulo expresando aquellos sentimientos donde las palabras no llegan.
Sin duda, esta gran obra es un compromiso con el mundo rural, en especial de la provincia de Valladolid y extensible a toda la comunidad.

Dibujo del artista Félix Cuadrado Lomas «el maestro» en «Retazos de Torozos».
Me encanta leer obras de autores comprometidos, que siempre escriben desde el respeto y la admiración. Pero también me enfada al darme cuenta de que nada ha cambiado. Y me entristece al comprobar que estos autores a penas son, no ya valorados, sino conocidos por la mayoría de los castellanoleoneses.
Todos gritaron de desesperación por salvar pasado, presente y futuro de la región, para terminar olvidados en los rincones de algunas librerías excepcionales. Incluso muchos murieron fuera de la tierra por la que tanto lucharon.
Quizá haya esperanza en «repensar» Castilla y León, como diría Avelino Hernández.