«- Comprenderá usted, alcalde… Hay un trasvase de gentes de los medios rurales a los industriales…, sobra un elevado porcentaje…, asistimos a una transformación de las estructuras…, no intente retenerlos…, se le irán aún más vecinos… en el Plan está previsto…
El alcalde volvió al pueblo entendiendo algo más del Desarrollo, pero ¡el valle!...»
(Blas Pajarero. 1967. Retazos de Torozos)
Continuando con las reflexiones sobre despoblados, en esta ocasión me centraré en la provincia de Soria, parte de la España Vacía por ser una de las zonas menos pobladas de España y Europa. Así mismo, la comarca de Tierras Altas es una de las que posee menor densidad de población.
Vea era un pequeño pueblo inmerso en Tierras Altas. Pertenecía al municipio de San Pedro Manrique y como éste su fundamento económico eran la ganadería ovina y la agricultura. Rodeado de grandes escarpes rocosos, junto al río Linares, el camino a Vea era muy utilizado por la cantidad de molinos situados en las margenes del río.

Río Linares
Hacia los años sesenta del siglo XX el pueblo quedó totalmente despoblado debido a los cambios económicos que se estaban produciendo, a lo que se añadía su difícil acceso. El auge de la industria y la implantación de los «polos de Desarrollo» en 1959 provocaron el éxodo masivo del mundo rural al urbano, dejando en el olvido, al margen del «Desarrollo» a centenares de pueblos españoles.
Para llegar a Vea hay que dejar el coche en San Pedro Manrique y bajar hasta el río Linares. Junto a unas instalaciones ganaderas comienza la ruta, señalizada con las balizas amarillas y blancas. Hay que tener en cuenta siempre que debemos seguir el cauce y mantener el río a nuestra derecha, puesto que hay un cruce mal señalizado que nos puede llevar a coger el camino equivocado.
La senda está marcada y el recorrido es sencillo, sin a penas desnivel. Son unos 14km ida y vuelta en los que se pueden divisar varios tipos de paisajes, desde abruptas rocas hasta zonas con abundante vegetación. Durante la mayor parte de la ruta podemos escuchar el murmullo del río y ampliar el horizonte hacia las montañas colindantes de esta comarca de Tierras Altas.
Es de destacar la forma de herradura que se da en la roca y como los pobladores de Vea supieron adaptar el camino, haciéndolo fácilmente transitable.
Tras unos 6 km divisamos los tejados de Vea al fondo, encaramados en la ladera de la montaña. Para acceder al pueblo primero hay que bajar a la orilla del río y cruzarlo, con un poco de cuidado de piedra en piedra. En el camino de subida al núcleo rural al principio parece que no hay nada, incluso la vegetación se ha comido la senda por la falta de uso.
Al final, entre árboles y matorrales aparece Vea. Sus casas, la iglesia, las terrazas que la forman mediante las cuales adaptaron cultivos y viviendas. Hay muchas zonas inaccesibles, completamente entregadas a la espesura.
En momentos como este compruebas cómo la naturaleza recupera lo que era suyo. Tras años de trabajo y existencia los pobladores de Vea edificaron su hogar, su medio de vida, mientras pensaban que todo aquello no tendría fecha de caducidad. Construyeron para la eternidad. Sin embargo, llegó el día del abandono y la naturaleza recuperó lo que le pertenecía.

Ruinas de la iglesia de Vea

Restos de una vivienda en Vea.
Todavía hoy se pueden apreciar los materiales de construcción, viviendas hechas de piedra y ladrillo, con varias estancias e incluso de dos alturas.
Es una verdadera pena que no se pueda recorrer sin peligro la mayor parte del pueblo, y sería precioso volver a recuperar sus calles y caminos, aquellos que un día abandonaron por siempre, para mostrar a la naturaleza que aún quedan memoria y valores, que aún no puede adueñarse completamente de lo que un día fue un pueblo lleno de vida.
Los lugares son especiales por las personas con que se visitan. Gracias por enseñarme este lugar mamá 🙂
Fotografías: Histórica Cultura.