En este nuevo post de crítica literaria volveré a hablar de uno de los autores que más me gustan, por no decir que es el que más, el escritor de la memoria por excelencia , Julio Llamazares. Se trata de un autor que consigue que sus novelas y sus relatos me llenen completamente, sobre todo por ese respeto y esa importancia que le da a la Memoria. Si, Memoria con mayúsculas, porque así es como la trata Julio Llamazares, al englobar en ella la memoria de los hombres, la del paisaje, la de los pueblos… Historia pura, historia desde el sentimiento ¿cómo no iba a gustarme?.
Me gustaría dar algunas pinceladas sobre las últimas obras que he leído y espero poder haceros sentir lo que yo siento cuando leo sus relatos. Por supuesto, no lo conseguiré del mismo modo, ya que él consigue ponerme la piel gallina con la armonía de la sucesión de sus palabras, y eso es muy, muy difícil de conseguir. Cuando las palabras llegan al alma…eso es Literatura.
LA LLUVIA AMARILLA:
«Ainielle existe. En el año 1970, quedó completamente abandonado, pero sus casas aún resisten, pudriéndose en silencio, en medio del olvido y de la nieve, en las montañas del Pirineo de Huesca que llaman Sobrepuerto».
Así comienza «La lluvia amarilla», una novela que habla del paso del tiempo, de la soledad y del abandono de los núcleos rurales españoles, pequeños pueblos como Ainielle que sufren no solo el abandono de sus gentes, sino el olvido de muchas generaciones posteriories, lo que es aún peor. Julio Lllamazares tiene esa sensibilidad, que tanta falta hace en la actualidad, hacía los lugares que estuvieron llenos de vida durante mucho tiempo, pero que hoy en día por las «necesidades urbanas» han quedado postergados al abandono más absoluto, obviando la importancia que tuvieron para sus pobladores, personas que construyeron la Historia, como tanto otros en el entorno urbano, al que se le viene atribuyendo mayor progreso. Sin embargo ¿existe el progreso en el olvido? yo creo que no.
Como no me gusta desvelar toda la trama de las novelas, para eso hay que leerlas, solo haré una pequeña introducción al hilo conductor del relato. Andrés es el último habitante de Ainielle, se resistió a abandonar el pueblo que le vio nacer y al que pertenecieron sus antepasados. Vinculado a la tierra, como si de su sangre se tratara, paso los primeros años del abandono del pueblo por parte de sus vecinos con su mujer. El tiempo, la soledad, la melancolía, la nostalgia y el pensamiento acompañarán a Andrés durante toda su senectud.
Con él aprendemos a valorar unas raíces, para muchos desconocidas, que asentaron en el mundo rural, valientes como Andrés, que lucharon contra la adversidad y defendieron la Memoria de enclaves que fueron la base de nuestra sociedad, aunque el precio para él fuese muy alto…
Narrado en primera persona, como es habitual, consigue que el lector sea «Andrés» y sufra lo que él, incluso logra que cuando dejas de leer sigas pensando durante mucho tiempo como el personaje. Sin duda, eso es Literatura.
TANTA PASIÓN PARA NADA:
Se trata de una recopilación de 12 relatos y una fábula. De temática variada, pero siempre con la esencia de Julio Llamazares, en ellos podemos ver reflejados aspectos como el paso del tiempo, miradas a la Historia tangible, esa que está al alcance de nuestras manos, el respeto a la Memoria, guiños al mundo rural etc.
Los relatos o «cuentos» tienen una moraleja final, relacionada con el título del libro «Tanta pasión para nada«. La extensión es la adecuada para que te mantenga en vilo durante toda la narración, lo que hace que no puedas dejar de leer hasta conocer el final.
En este libro la narración varía, dependiendo de la trama a veces la narra en primera persona y otras en tercera, alejándose del personaje y observándolo desde fuera. Los relatos que más me han gustado son «El médico de la noche» y «A Primout no vuelve nadie», cuyas moralejas, como todas, hacen reflexionar sobre el parecer humano y el legado del Patrimonio rural.
DISTINTAS FORMAS DE MIRAR EL AGUA:
Es curioso como me siento tan identificada con este escritor, comparto su modo de pensar en cada libro y con cada historia, incluso he vivido situaciones similares que hacen que «lea con otros ojos» cada novela. El respeto a la Memoria, el sentir la Historia como algo imprescindible, y la ética humana, ante todo son la base de una Cultura global, y las proyecta en cada libro. Desde que lo conocí me pareció una de las figuras imprescindibles de la literatura actual, sin lugar a dudas. ¿Se puede pedir más?
Parte de mis raices vienen de León, de la zona de Babia a la cual para acceder hay que pasar por el «pantano de Luna», un cementerio de agua donde enterraron el que fue el pueblo de mi bisabuela. Desde pequeña, siempre que pasaba y paso por allí intento imaginar cómo serían los pueblos que allí había, quién los habitaba, cómo era su modo de vida… (algo innato en una historiadora creo) y la tristeza me invadía entonces. Pero también me he preguntado muchas veces ¿quién puede sentirse capaz de arrebatarle las raíces, la casa y un vinculo a un pueblo, y pensar que es lo mejor? ¿eso no es algo parecido a lo que sería creerse un ser supremo? También creo que para tomar ese tipo de decisiones es necesario carecer de escrúpulos, de no ser así no veo probable pensar que «el progreso económico lo justifica todo» (como diría el propio autor).
Y por esto en cuanto supe que Julio Llamazares publicaba nueva novela «Distintas formas de mirar el agua» (me enteré por el artículo en el que hablaba de ella: http://elpais.com/elpais/2015/02/10/eps/1423570330_873988.html y que os aconsejo) no dudé ni un segundo en comprarla, sin duda la buena Literatura es una inversión para la eternidad.
En este trabajo, Llamazares consigue hacer un ejercicio de empatía digno de admiración. El hilo conductor de la trama se sitúa en el embalse del Porma (León) un día precioso de primavera interrumpido por un funeral. Una familia acude al embalse a echar las cenizas del «pater familias» sobre el agua que un día cubrió el que fue su pueblo, Ferreras (cercano a Vegamián, lugar de nacimiento del autor). En cada capítulo, narrado en primera persona, cada miembro de la familia nos desvela sus pensamientos, sus sentimientos y sus pareceres hacía un lugar tan bonito y tan triste a la vez «el pantano que cubrió todo un valle».
Consigue acercarse a todos los puntos de vista, reales (he podido comprobarlo con muchas personas) y a la dureza de defender unas opiniones o unos pareceres alejados del «humanismo». Otros, sin embargo, muestran muy bien esos sentimientos de dolor al desarraigo, al abandono forzado y al respeto a la Memoria de una zona y sus pobladores. Con ese dolor me siento identificada, porque es el humano, el natural.
Hacía mucho que no lloraba tanto con un libro, Julio Llamazares ya me había cautivado como lectora, pero con esta obra maestra, ha conseguido que las emociones perduren pese haber finalizado la lectura. Esta es la literatura de las emociones, esa que llega a nuestro interior y hace que no podamos olvidarla.
Para finalizar me gustaría citar unas palabras que comparto con Teresa, la hija mayor de la familia:
«…se escucha en este lugar al que nadie acude ya salvo a contemplarlo desde los miradores. La gente que lo hace ni siquiera sabe muchas veces lo que debajo del agua se oculta ni la historia que se borró para siempre con la demolición de los pueblos que aquí existieron. De ahí, que algunos exclamen mientras lo contemplan: «¡Qué bonito!». Y que triste, añado yo».
Majestuosas palabras.